Blind Dates *
Esto de llevar una doble vida es un arma de doble filo (un filo para cada vida, HO HO). Y esto del blog es una amenaza constante al fino equilibrio que significa tener dos vidas... A cada instante estoy jugando con la posibilidad de dejar escapar algún detalle que me delate ya sea para un lado o para otro.
Querría contar que pasó aquel Martes, pero cómo? No puedo decir que recibí una carta de una colega que fue transferida a Italia hace pocos meses, pidiéndome que reciba por una noche a un compañero de ella que se tenía que quedar en la capital a dormir para tomar un vuelo temprano a Córdoba el día siguiente. Porque sería contar lo que realmente sucedió. Y no es eso lo que busco.
Así que en cambio sólo voy a decir que mientras caminaba apurada por Microcentro, con mi entallado trajecito cochino! couture, carterita y zapatos altos -de los que se engancha el taco en todos lados- y me desataba la colita mientras una ráfaga de viento hacía volar mi pelo largo y lacio cual publicidad de cualquier cosa si total en todas ponen una mina al lado de un producto, choqué de frente con un alto ejecutivo de ojos oscuros y amigable sonrisa.
"Ma cuantísima beleza! Le ruego me disculpe!" susurra en mi oído con el más refinado acento de Italia del norte.
Quedé en silencio unos segundos hasta que empezó a parecer que era down, y Don Giovanni en un gesto de aristocrática caballerosidad me sonrió, tomó mi mano y me guió hasta el bar del Hotel.
Mientras el maitre me ubicaba en la mesa, y él atendía su celular, pude observarlo con más atención. Evidentemente alto, con abundante cabellera de ese marrón que delata una rubia niñez, delgado, para que el Armani vista impecable sobre su cuerpo bronceado. Sus manos eran suaves y sus dedos largos. Noté que no llevaba anillo, ni ningún otro accesorio salvo por el reloj cuya marca no se me ocurrió averiguar.
Toma asiento frente a mi, y me pregunta mi edad.
No debería estar acá.
Insiste en que me quede.
Necesito terminar estos trámites, son urgentes.
¿Cómo puede convencerme de que lo acompañe con un trago?
(Talvez si me hubiera pedido un Jack Daniels...) Pero no te conozco, y realmente tengo que estar en otro lugar.
Ya te pedí un bourbon, un Jack con Kalúa.
(Coincidencia... ¿Y después me querrá llevar a la opera?)
Y luego, si no te resulta inoportuno, sería un placer que me acompañes al Colón, tengo dos entradas para el ballet...
Bueno.
Y me vendí por un whisky y el ballet. Como dijo alguien alguna vez citando a otra persona: Soy una puta. Nahhh, más bien fue algo así: ¿Qué tengo para perder? Nada. Y chau cristianos sentimientos de culpa.
La velada resultó encantadora. Bebimos, fumamos, hablamos de arte, de Italia, de las diferencias culturales, de los viajes, de nuestros miedos, nuestras fantasías, de la gente que usa medias con sandalias...
Tímidamente lo invité a pasar la noche en mi Pettit Hotel de Martínez, que recientemente heredé de una tía segunda, ya que tengo cuartos de más. Más tarde nos juntamos con tres amigos míos y compartimos risas, anécdotas, y cuentos de terror.
Jamás volveré a ver a Don Giovanni, es un hecho. Por mucho que me insista, nuestras vidas son muy diferentes, y las relaciones a distancia muy complicadas. Pero puedo asegurar que no es algo que me mantenga despierta de noche.
Querría contar que pasó aquel Martes, pero cómo? No puedo decir que recibí una carta de una colega que fue transferida a Italia hace pocos meses, pidiéndome que reciba por una noche a un compañero de ella que se tenía que quedar en la capital a dormir para tomar un vuelo temprano a Córdoba el día siguiente. Porque sería contar lo que realmente sucedió. Y no es eso lo que busco.
Así que en cambio sólo voy a decir que mientras caminaba apurada por Microcentro, con mi entallado trajecito cochino! couture, carterita y zapatos altos -de los que se engancha el taco en todos lados- y me desataba la colita mientras una ráfaga de viento hacía volar mi pelo largo y lacio cual publicidad de cualquier cosa si total en todas ponen una mina al lado de un producto, choqué de frente con un alto ejecutivo de ojos oscuros y amigable sonrisa.
"Ma cuantísima beleza! Le ruego me disculpe!" susurra en mi oído con el más refinado acento de Italia del norte.
Quedé en silencio unos segundos hasta que empezó a parecer que era down, y Don Giovanni en un gesto de aristocrática caballerosidad me sonrió, tomó mi mano y me guió hasta el bar del Hotel.
Mientras el maitre me ubicaba en la mesa, y él atendía su celular, pude observarlo con más atención. Evidentemente alto, con abundante cabellera de ese marrón que delata una rubia niñez, delgado, para que el Armani vista impecable sobre su cuerpo bronceado. Sus manos eran suaves y sus dedos largos. Noté que no llevaba anillo, ni ningún otro accesorio salvo por el reloj cuya marca no se me ocurrió averiguar.
Toma asiento frente a mi, y me pregunta mi edad.
No debería estar acá.
Insiste en que me quede.
Necesito terminar estos trámites, son urgentes.
¿Cómo puede convencerme de que lo acompañe con un trago?
(Talvez si me hubiera pedido un Jack Daniels...) Pero no te conozco, y realmente tengo que estar en otro lugar.
Ya te pedí un bourbon, un Jack con Kalúa.
(Coincidencia... ¿Y después me querrá llevar a la opera?)
Y luego, si no te resulta inoportuno, sería un placer que me acompañes al Colón, tengo dos entradas para el ballet...
Bueno.
Y me vendí por un whisky y el ballet. Como dijo alguien alguna vez citando a otra persona: Soy una puta. Nahhh, más bien fue algo así: ¿Qué tengo para perder? Nada. Y chau cristianos sentimientos de culpa.
La velada resultó encantadora. Bebimos, fumamos, hablamos de arte, de Italia, de las diferencias culturales, de los viajes, de nuestros miedos, nuestras fantasías, de la gente que usa medias con sandalias...
Tímidamente lo invité a pasar la noche en mi Pettit Hotel de Martínez, que recientemente heredé de una tía segunda, ya que tengo cuartos de más. Más tarde nos juntamos con tres amigos míos y compartimos risas, anécdotas, y cuentos de terror.
Jamás volveré a ver a Don Giovanni, es un hecho. Por mucho que me insista, nuestras vidas son muy diferentes, y las relaciones a distancia muy complicadas. Pero puedo asegurar que no es algo que me mantenga despierta de noche.
Sé que en años a venir Cabe, Piojita, Tenor y Gu recordarán al misterioso italiano de educados modales y agradable conversación con una sonrisa.
3 Comments:
Tuve la suerte de compartir algunos whiskies con Don Giovanni... que galanteria, cuanta caballerosidad!! Su lexico me dejo atontado: mezcla de anecdotas de viajes por el mundo y libros de filosofia oriental. Todo suavizado con una dulce entonacion romana (era de roma, verdad?). Por un momento creí perderme en sus ojos verdes cristalinos, creí navegar por su piel notablemente cuidada por cremas hidratantes, seguramente las mejores. Luego me acordé que era hombre y yo tambien... por lo tanto suprimi mis institos homosexuales y comenzé a hablar de mujeres italianas lindas. A mi sorpresa, muchas de ellas habian compartido sus sabanas!! (Nunca revelare tal intimidad). Conclusion, no hizo mas que sorprenderme y enamorarme toda la noche... Añoro mi proximo viaje a Italia, añoro me deleite con su mera presencia mientras cante un aria de Verdi en La Scala de Milano...
Tengo ladillas... creo que fue Don Giovanni...
Gugú
Piojita
Cabe
Revisense...
Cualquier cosa, a la farmacia... DTBencil
POR DIOS MAN, NI EN CHISTE
NI EN CHISTEEEEGGGHHH!!!!!!!!!!
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